REVISTA JUVENIL “ONDA”, DE EDITORIAL QUIMANTÚ, LANZADA A LA HOGUERA EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

La proyección editorial de “ONDA” se afianzó tras una petición especial del Presidente Salvador Allende, consciente de las necesidades de información veraz que entonces requería la juventud chilena. Allende tenía muy presente la urgente necesidad de proporcionar a los jóvenes del país un medio de comunicación que lograra satisfacer sus inquietudes informativas, con reportajes que estimularan la reflexión originando debates para avanzar en aras de nuevos derroteros culturales…

 Por Francisco LEAL DÍAZ

El martes 11 de septiembre de 1973 debía circular una nueva edición de la exitosa revista “ONDA”, emblemática propuesta juvenil de Editorial Quimantú. La publicación se había convertido en un imprescindible medio de información para los adolescentes chilenos; se distribuían en los kioscos del país 80 mil ejemplares.

Un proyecto editorial con tales características jamás se había cimentado en la historia de las publicaciones juveniles en Chile. Este fenómeno formaba parte de un próspero entorno educativo que se cultivó a comienzos de la década del ‘70, cuando emergió una sorprendente revolución cultural, estimulando en el segmento juvenil un asombroso apetito por la lectura. Editorial Quimantú emergía entonces con una atractiva oferta de lecturas bajo el signo del “Sol del Saber”.

La proyección editorial de “ONDA” se afianzó tras una petición especial del Presidente Salvador Allende, consciente de las necesidades de información veraz que entonces requería la juventud chilena. Allende tenía muy presente la urgente necesidad de proporcionar a los jóvenes del país un medio de comunicación que lograra satisfacer sus inquietudes informativas, con reportajes que estimularan la reflexión originando debates para avanzar en aras de nuevos derroteros culturales.

La irrupción de “ONDA” durante el Gobierno de la Unidad Popular (UP) apuntó a ejecutar un objetivo urgente: otorgarle al artista un lugar insigne en este proceso político-cultural, con el reconocimiento de “trabajadores de la cultura”. En este contexto, el periodismo juvenil se desplegó en un nuevo escenario social, obviando la información frívola y superficial, priorizando un contenido editorial esencialmente humano, con sólidos principios y valores.

En rigor, el sorprendente éxito de la revista “ONDA” —con periodicidad bimensual—, se basó categóricamente en su contenido. Cada información, entrevista, reportaje o comentario de opinión eran producidos a conciencia, con un sentido práctico, destilando sólidos conceptos académicos, así como un jerarquizado contexto informativo.

El lenguaje utilizado constituyó una apropiada herramienta de seducción para los jóvenes lectores. Se utilizó una redacción coloquial, amena, cotidiana, muy amigable. Eso sí, se evitó caer en la vulgaridad, en lo chabacano, soslayando utilizar expresiones grotescas y agresivas. Para los jóvenes de la época leer un texto periodístico de “ONDA”, un reportaje o una entrevista, implicaba establecer un diálogo con un amigo íntimo. Abrir un ejemplar de “ONDA” significaba zambullirse en un mar de conocimientos con imágenes ad hoc que fortalecían el contenido propuesto en cada contexto editorial.

La diagramación de la revista, además, respondió a semejante objetivo periodístico-cultural: construir una pequeña obra de arte en cada página, estimulando el sentido estético de nuestros juveniles lectores, ávidos de aprendizaje y ansiosos por aprehender toda inquisición propuesta en las páginas de esta excepcional publicación.

Para ofrecer profundidad y consistencia al contenido de cada texto periodístico, así como al diseño y perfil estético de cada información, Editorial Quimantú dispuso la asesoría de dos sociólogos de nivel internacional, Armand y Michelle Mattelart, eficientes profesionales europeos que trabajaron codo a codo con el equipo periodístico para clarificar mediante diligentes análisis el contenido de cada información. Ello significaba rescatar lo trascendente, la médula de cada contexto informativo; jerarquizar adecuadamente excluyendo lo banal.

Armand Mattelart había llegado a Chile atraído por el proceso social y político que se vivía tras el triunfo en las urnas de la denominada “vía al socialismo”. Mattelart, sociólogo belga, contaba además con un doctorado en Derecho obtenido en la Universidad de Lovaina, Bélgica. Con posteriores estudios en la Sorbonne, Francia, se trasladó a Chile junto a Michele, su pareja francesa, y ambos se insertaron en el intenso quehacer que demandaba entonces el proceso político de la Unidad Popular.

Tras la brutal asonada militar que derrocó al Presidente constitucional Salvador Allende, el destacado sociólogo e investigador belga se estableció en París —junto a Michelle— asumiendo como catedrático en Ciencias de la Información y de la Comunicación en la Universidad de París VIII (Vincennes-Saint Denis).

COLUMNAS DE OPINIÓN
EN “ONDA”
 

Para nuestros jóvenes lectores las columnas de opinión de destacados personajes de la época eran, sin duda, un deleite. Estaban escritas con gran soltura, con un lenguaje coloquial aunque agudo. Entre los columnistas que colaboraron en “ONDA” durante esos intensos años recuerdo particularmente a Ricardo García y a Carlos Caszely. Debo señalar que éstos fueron los inicios de Carlitos Caszely —el gran crack de Colo Colo— como comentarista deportivo, pues hizo aquí sus primeros trabajos como tal.

Algo semejante ocurrió con el apreciado Ricardo García, popular hombre de radio, certero comunicador del micrófono, impulsor de corrientes musicales trascendentales para Chile, como aquellos movimientos conocidos como la “Nueva Canción” y “Canto Nuevo”. Fundó el “Sello Alerce” para promover a los artistas populares chilenos que no tenían cabida en otros sellos musicales. Entre otros de sus grandes méritos, que es necesario destacar, Ricardo García fue el primer animador del Festival de la Canción de Viña del Mar. 

TE RECUERDO, DIANA… 

Retornando a los intensos días vividos entonces como director de esta publicación juvenil, no puedo dejar de mencionar el caso de Diana Arón, joven periodista egresada de la Universidad Católica, quien se integró a nuestra revista para aportar su valiosa experiencia juvenil. Desde que se incorporó a la redacción, Diana nos cautivó con su transparente actitud.

Asidua al análisis político, en las reuniones de pauta se caracterizaba por la certeza de sus argumentos. Su posición era claramente política y aportaba al debate periodístico una contundente mirada de la contingencia. Su integración generó gran riqueza de análisis.

Diana había hecho su práctica periodística en Canal 13 y luego se incorporó al equipo de “ONDA” donde, sin duda, jugó un papel relevante. El mayor compromiso político de Diana Arón fue con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), organización con la cual continuó trabajando de manera clandestina tras el sanguinario golpe militar del 11 de septiembre.

Diana Frida Arón Svigilsky, nacida el l5 de febrero de 1950 —hija de Luis Arón, director de la revista “Radiomanía”— fue detenida el 18 de noviembre de 1974 en inmediaciones de la Av. Ossa por agentes de la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional, órgano represivo del gobierno militar). El día de su detención se produjo una confusa balacera. Diana resultó seriamente herida y, en ese estado, además de su avanzado embarazo, fue trasladada hasta el centro de detención Villa Grimaldi. Allí fue atrozmente torturada. Ante la gravedad de sus heridas fue trasladada durante la noche a una clínica que la DINA controlaba en la calle Santa Lucía, en pleno centro de Santiago. Allí se le perdió el rastro.

En posteriores indagaciones se determinó que Diana Arón había recibido cuatro impactos de bala el día de su detención, complicándole seriamente los pulmones y el riñón. Habría fallecido, finalmente, el 10 de enero de 1975. Diana tenía 24 años de edad. Su vil asesinato pasaba a engrosar la siniestra lista de crímenes registrados tras el feroz golpe que derrocó al Presidente Salvador Allende Gossens. 

MI QUERIDO “PATO” MUÑOZ 

Patricio Muñoz Madariaga fue otro de los leales redactores del staff periodístico de “ONDA”. Hijo de Osvaldo Muñoz Romero, el magnífico e inolvidable “Rakatán”, heredó de su padre un fluido lenguaje cargado de humor, ingenio y locuacidad. Escribía pródigamente y en cada texto periodístico inyectaba una particular perspicacia. Su estilo era único e impecable.

El nefasto día del golpe militar Patricio y yo coincidimos en nuestro habitual lugar de trabajo. La redacción de “ONDA” estaba en Av. Santa María, al otro lado del río Mapocho; un par de tanquetas apuntaban hacia Quimantú. Recuerdo que una ráfaga de metralleta penetró por nuestra ventana, reventando los vidrios y desprendiendo borbotones de cal al impactar en el techo. El teléfono no cesaba de sonar. Entre esas desesperadas llamadas, una de las más insistentes provenía de “Rakatán”:

—Salgan de allí, cabros… ¡Pero ya! Hay rumores de que van a bombardear Quimantú…

El frontis del edificio era celosamente custodiado por militares armados. “Rakatán”, quien conocía todos los vericuetos de la ex casa editora de Zig Zag, nos imploró para que saliéramos por la parte trasera del edificio, por la calle Bellavista, utilizando una entrada para camiones de carga empleada para ingresar rollos de papel. Por allí salimos, furtivamente. A media cuadra “Rakatán” nos aguardaba desesperado, con la angustia reflejada en su mirada. El toque de queda se había anunciado ese infausto día para las cinco de la tarde. Y ya faltaban escasos minutos para esa hora fatídica. ¡“Rakatán”, literalmente, nos salvó la vida a “Pato” Muñoz y a mí…! Patricio, lamentablemente, falleció años más tarde aquejado de un cáncer maldito. Alcanzó a visitarme en México, país que me acogió con los brazos abiertos tras el golpe militar; “Pato” se regocijó con los mariachis en la Plaza Garibaldi, donde nos amanecimos una noche cantando rancheras y bebiendo tequila. Fue la última vez que disfruté de su amena locuacidad antes de que su vida se apagara.

 

REVISTA “ONDA”…
¡A LA HOGUERA!
 

Como señalé al comienzo de este relato, precisamente aquel martes 11 de septiembre de 1973 debía circular una nueva edición de nuestra revista juvenil “ONDA”…

Pero ello no fue posible: ese día irrumpió el capítulo más negro en la historia reciente de Chile. La brutal dictadura militar se prolongaría por casi 17 años.

Ese funesto martes 11 los miles de ejemplares —calculados entonces en 80 mil— fueron requisados entre balas y tanquetas. Aquella infortunada edición fue acallada entre sangre y fuego; sus páginas de alegre y juvenil contenido, sus ideas luminosas proponiendo un mundo mejor, sus creativos reportajes y sus originales entrevistas y comentarios… terminaron —lisa y llanamente— ¡consumidos en la hoguera!…

El golpe militar perforó nuestras ilusiones y esperanzas; acribilló los ideales de una joven generación que proponía un mundo nuevo, más justo, solidario y humano, basado en la equidad social.

¡La hoguera consumió, finalmente, nuestros sueños juveniles!

Por Francisco Leal Díaz