¿QUIÉNES SON LOS “AMARILLOS”?

Como animales heridos siguen berreando por lo que podrían perder y siguen trabajando por el “Rechazo”. Porque el país es de ellos y no de la ciudadanía…

 Por José Blanco Jiménez

Periodista por la Universidad de Chile

Un grupo de intelectuales (o presuntamente tales), se han calificado como “AMARILLOS” para oponerse a las propuestas de la Convención Constitucional, sobre todo en aquellos aspectos que lesionan los intereses creados de algunos que han legislado en favor del pequeño grupo de los más ricos, que han controlado por casi medio siglo el país para su uso y abuso.

Me imagino que —como intelectuales (o presuntamente tales)—, saben lo que históricamente significa “AMARILLO”, sobre todo a nivel sindical.

Fui fundador del Sindicato de Actores de Radio y Televisión y sus integrantes calificaban de “AMARILLOS” a los que se inclinaban en favor de los patrones (o empleadores, si Uds. prefieren) que, en ese caso, eran los concesionarios de las ondas radiales en el caso de los radioteatros y las universidades en el caso de la actividad televisiva.

La historia de los “AMARILLOS” tiene poco más de 120 años y empieza en Montceau-les-Mines, en la región de la Saona-Loira francesa, cuando un grupo de mineros —que no estaban de acuerdo con las huelgas—, en noviembre de 1899 fundaron un sindicato que se ampliaría, en 1901, para dar origen a la Unión Federativa de Sindicatos y Grupos Obreros Profesionales de Francia y las colonias. Como las ventanas de los locales de reunión de los sindicatos socialistas tenían papel transparente de color rojo, el grupo de los “disidentes” prefirieron el “color amarillo”.

Los organizadores del movimiento esperaban crear “la gran familia del trabajo”, incluso con participación de los obreros en la propiedad de los medios de producción, pero —en la práctica—, impidió el establecimiento de una verdadera organización sindical.

¿Éstos “AMARILLOS” constitucionales qué pretenden en este momento? La Constitución de 1980 fue calificada como “un traje a la medida”, al que se adaptaron los que habrían podido cambiarla. Trataron de boicotearla transformando primero la Asamblea Constituyente en Convención y después introduciendo la trampa de los dos tercios de aprobación de las normas.

Como animales heridos siguen berreando por lo que podrían perder y siguen trabajando por el “Rechazo”. Porque el país es de ellos y no de la ciudadanía. Y los argumentos no han cambiado mucho desde comienzos del siglo XX.

Un ministro de Educación (de cuyo nombre no quiero acordarme) dijo, durante el gobierno Piñera-2, que los profesores no querían volver a clases en plena pandemia, porque no querían trabajar. Recuerdo que algo parecido habrían dicho a las 2.200 a 3.600 personas que masacraron en la Escuela Santa María de Iquique el 21 de diciembre de 1907.

Y hay más: el “color amarillo” se asocia con l—bilis, que —tradicionalmente—, suele ser la expresión del estrés que provoca el miedo a la ruina y al fracaso, pero también ha representado a la felonía de Judas, que —por antonomasia—, es la de la mentira y la traición.